Casi todos hemos tenido que escuchar alguna vez la frase: «me haces daño». Y probablemente alguna vez también ha salido de nuestra boca. Es interesante reflexionar sobre el impacto que esta frase — o cualquiera de sus derivadas — tiene en una conversación. Lo que estamos implicando con frases de este tipo es que la otra persona es el causante del daño que nosotros percibimos. Como dijo Confucio: «Cuando alguien pone el dedo en la llaga, sólo los necios piensan que lo importante es el dedo.«
¿De qué tipo de daño estamos hablando?
Si hablamos de un daño físico estaremos de acuerdo en que cada persona tiene más o menos tolerancia al dolor físico y que un golpe de una intensidad determinada dolerá más o menos a todo el mundo, ya que nuestro cuerpo está preparado para reaccionar así. No obstante, esta frase suele aparecer en situaciones en las que se habla de un daño emocional. En este escenario se complica mucho más la manera de establecer la causa del daño y la manera de medirlo. Además, a menudo esta frase es utilizada de una manera extremadamente subjetiva, en situaciones donde no hay ningún tipo de voluntad por parte del presunto agresor de dañar al otro.
Vamos a suponer dos amigos, María y Pepe. María dice o hace algo que no le sienta bien a Pepe. Éste responde así:
Pepe: María, ¿Qué necesidad tienes de hacerme daño?
María: ¿Yo? ¿Cómo voy a querer hacerte daño?
Pepe: Entonces, ¿Por qué me lo haces?
María: ¡Como si tú fueras un santo y nunca hicieras nada!
Pepe: No, ¡si la culpa aún va a ser mía!
Supongamos que, cómo en el ejemplo anterior, Pepe se siente mal por lo que acaba de hacer o decir su amiga María y éste le dice «me haces daño». María tiene una personalidad y forma de comportarse determinada que ha aprendido a través de sus experiencias vitales. Pepe tiene sus vulnerabilidades fruto de tener una personalidad y forma de comportarse específica, igualmente aprendidas. María interactúa con Pepe y éste último percibe lo que hace o dice María como dañino. En cambio, María interactúa con otra persona, por ejemplo Julián, y éste se queda tan tranquilo o incluso le parece divertida y curiosa la manera de comportarse de María. Entonces, ¿realmente es María quien hace daño? ¿o simplemente Pepe y Julián responden de un modo distinto a la conducta de María?
Atribuir al otro la responsabilidad de nuestras propias emociones tiene varias consecuencias. Cuando María escucha esta frase, en general se siente mal y culpable, a veces de una manera más consciente, otras de una manera más inconsciente. Esto puede hacer que María contraataque haciéndole ver a Pepe que el también es malo o le hace sentir mal. En este caso, María no sólo provocará una escalada de emociones negativas sino que además, Pepe tendrá una evidencia más de que María definitivamente quiere hacerle daño. Por otro lado, Pepe atribuye toda la responsabilidad de sus sentimientos a María, con lo cual le está dando el control sobre sus propias emociones. En una discusión, difícilmente esta estructura de comunicación y manipulación emocional – aunque sea a nivel inconsciente y sin ningún tipo de mala intención – podrá resolver gran cosa.
Cambio de enfoque: hablar con responsabilidad
Suele resultar mucho más útil que cada uno se responsabilice de sus actos, palabras y también de sus emociones, dándose cuenta de porqué actúa cómo actúa o reacciona cómo reacciona.
Fíjate en lo que ocurre si cambiamos nuestra actitud ante el otro y la vida en general. Si eres consciente que has nacido con una genética determinada, en una familia concreta y en una cultura particular, habiendo pasado por unos acontecimientos vitales determinados, te darás cuenta que eres un ser único, fruto de haber vivido y aprendido de tales experiencias. Habrá cosas que te gustarán más de ti mismo y otras menos. En la medida que seas consciente de ello te puedes ir aceptando más a ti mismo y decidir enfocarte en qué quieres mejorar y qué quieres potenciar, asumiendo el control sobre tu evolución.
Lo que vale para uno mismo vale para el otro. Si ves al otro como un ser único, con sus particularidades, consciente que también él tiene aspectos de si mismo que le gustan más y otros menos, puedes empezar a entender que reaccione de una manera u otra, al margen que a ti te guste o no.
En toda interacción hay una retroalimentación de información que constantemente es analizada e interpretada por ambas partes. Desde este enfoque, cada uno puede hablar sobre cómo se siente con mayor libertad y con respeto hacia el otro, asumiendo responsabilidades compartidas e iniciando un intercambio que pueda solventar los inevitables desacuerdos que aparecen en la vida cotidiana.
Fíjate en la diferencia entre este ejemplo y el anterior:
Pepe: María, sabes que me encantan muchas cosas de ti, aunque cuando me hablas como lo acabas de hacer, no puedo evitar sentirme mal.
María: Vaya Pepe, lo siento. Ya sabes que cuando me altero por algo me sale esta manera de hablar sin darme cuenta. No me gusta que te sientas mal hablando conmigo. La próxima vez que lo haga, avísame antes para que me dé cuenta.
Pepe: Ya sabes que soy un poco sensible …
María: Sólo en algunas cosas y esto te hace distinto. Por eso me gusta compartir mi tiempo contigo.
Entre los dos ejemplos hay también otra diferencia crucial a parte del cambio de enfoque. Éste último contiene un lenguaje más específico que permite entender mejor que es lo que te ha molestado del otro y una visión más completa de cómo es el otro en su globalidad.
Esto no garantiza en absoluto que el otro entre en esta dinámica de intercambio más positiva, ni que se resuelvan todos los problemas en las relaciones humanas. Pero ayuda y, en el peor de los casos, tu no estarás contribuyendo a una escalada de reproches que complique más la situación. Cuando entras profundamente en contacto contigo mismo y con lo que quieres en tu vida, estás en disposición de poder decidir con responsabilidad y respeto quién quieres que te acompañe en tu camino.
Quejarse es fácil. Culpar al otro también. Mirar dentro de uno mismo y asumir la responsabilidad de lo que haces y de cómo reaccionas al mundo que te rodea es más complicado, aunque mucho más útil.
Joan Argelich
Psicólogo, formador y coach
No m’ha sigut fàcil entendre en profunditat aquesta visió, he hagut de llegir repetidament el text per a poguer-lo interioritzar.Em trobo continuament en la vida quotidiana , que la meva parella no m agrada GENS com em parla ,les majúscules ja posen en evidència el molt que em molesta , per tant intentaré donar-hi el tomb…ja he caigut en el mateix masse vegades…potser ja es hora que ho faci diferent,
Gràcies
Gràcies per escriure Victoria. En aquestes situacions, sota el meu punt de vista, el pitjor que podem fer és no fer res. Una relació és cosa de dos. Una vegada som conscients de les «nostres històries» i de com ens prenem les coses, no està de més demanar-li al altre que també miri d’expresar-se d’una manera diferent. Amb voluntat i bones intencions es pot arribar molt lluny, sempre que els dos remeu en la mateixa direcció. En tot cas ja en parlarem. Salut.